
LOS TRASTORNOS DEL SUEÑO: UN PROBLEMA DE SALUD QUE ATRAVIESA TODAS LAS EDADES
El acto de dormir tiene una finalidad restauradora, fundamental para el organismo, y es también esencial para la conservación de la energía que nos permita ser capaces de tener un grado satisfactorio de vigilia y atención durante el día. De acuerdo con la médica cubana Elizabeth González Naranjo, especialista en Neurofisiología Clínica y máster en Neurociencias, la falta o pobreza del acto mismo de dormir puede traer consecuencias de diversa índole para los seres humanos. Cita entre ellas la depresión, falta de concentración, somnolencia diurna, cansancio, accidentes de tránsito y laborales, irritabilidad, mala memoria, desorientación. ¿Cuántas horas debemos dormir? Las necesidades de sueño varían según la edad y, en los adultos sanos, van desde tan solo 4 hasta 9 horas diarias. Por lo regular hay grandes diferencias individuales en la duración y profundidad del sueño, al parecer a causa de factores genéticos, grado de actividad física, aspectos psicológicos. En los seres humanos el sueño diario declina rápidamente desde un máximo de 17 a 18 horas al nacer a 10-12 horas a los 4 años de edad, y después de forma más gradual a una duración bastante estable de 7-8 horas a los 20 años. En los mayores de 50 ocurre una disminución gradual de las horas de sueño. Muchas personas consideran el tiempo dormido como si fuera tiempo perdido, pero nada más lejos de la realidad. Sin dormir las horas diarias necesarias el cuerpo se vuelve vulnerable a las enfermedades. Trastornos del sueño Los trastornos del sueño son alteraciones en el acto de dormir o durante el sueño y están relacionadas con su duración o comportamientos anormales asociados. Las más frecuentes son el insomnio y la somnolencia diurna excesiva. El insomnio es la dificultad para conciliar el sueño y permanecer dormido; constituye la molestia más frecuente de todos los problemas relacionados con el sueño y la vigilia. Es un síntoma que puede ser consecuencia de diversos trastornos emocionales y físicos y del uso de medicamentos. Incluso hay personas que tienen dificultad para conciliar el sueño simplemente porque no experimentan cansancio, ni físico ni mental. Los insomnios transitorios o a corto plazo, que duran días o semanas, se deben a trastornos del horario de sueño, a un ambiente no propicio para dormir o a una experiencia vital estresante. Cuando el insomnio persiste durante meses es secundario a diversos trastornos médicos y psiquiátricos. ¿Cuáles son las causas principales de estas alteraciones? Algunas personas necesitan menos sueño que otras y por ello el diagnóstico de insomnio se basará en las necesidades individuales. El insomnio puede ser clasificado como primario cuando es una alteración del sueño de larga duración, que aparentemente no está asociada a factores de estrés ni a vivencias y, como secundario, cuando es causado por dolor, ansiedad, fármacos, depresión o estrés. Por lo tanto, el tratamiento del insomnio depende de la causa y del nivel de gravedad. En general se acepta que cuando ha durado menos de tres semanas no se debe hacer ninguna intervención, salvo las medidas aconsejadas de higiene del sueño como son no tomar café o mate de 4 a 6 horas antes de dormir, que haya un ambiente tranquilo y temperatura adecuada en la habitación. Sin embargo, en algunos casos específicos es de gran ayuda el uso supervisado de medicamentos por un tiempo corto. Si la causa del insomnio se debe al estrés emocional resultará más útil un tratamiento para aliviarlo. Cuando se manifiesta con depresión se debe consultar al médico y evitar siempre la automedicación. Además del insomnio, otras alteraciones del sueño se incrementan con la edad, como por ejemplo el ronquido. Entre los trastornos médicos que adquieren mayor relevancia, se destacan los efectos de la apnea obstructiva del sueño (SAOS) y el síndrome de piernas inquietas (SPI). Estos síntomas, aunque parezcan cotidianos, deben ser motivo de consulta al médico tratante para ser evaluados y corregidos. Trastornos del sueño en el adolescente La disminución de la actividad física, la escasa duración del sueño y el aumento del tiempo que permanecen sentados, son conductas observadas cada vez más en la adolescencia. Se ha investigado la asociación entre el comportamiento sedentario y las variables del sueño, somnolencia diurna y la duración del sueño. Según el investigador Érico Pereira Gomes Felden, de acuerdo con los resultados de un estudio realizado en Brasil en 2016, 53.6% de los adolescentes presentaban corta duración del sueño. Además, tenían valores medios más altos de tiempo sentado, somnolencia diurna y somnolencia en la clase, con valores estadísticamente significativos. También, los bajos niveles de actividad física pueden estar asociados con la reducción de la calidad del sueño. La disminución de horas de sueño puede acompañarse de aumento de horas del tiempo acostado, lo cual reduce las oportunidades de movimiento, el aumento de la fatiga durante el día, con disminución de la actividad física y del gasto energético. Esto, además, suele estar relacionado con la dedicación del tiempo libre a actividades que requieren menor despliegue energético, como el uso de la televisión y los videojuegos, lo cual puede tener implicancias en la regulación de los sistemas neuroendócrinos (disminución de la producción de melatonina y la reducción de la temperatura corporal nocturna). El comportamiento sedentario genera alteraciones del ciclo reposo-actividad, con efectos adversos sobre la salud, que pueden ser perjudiciales con el correr de los años. Diversas investigaciones muestran que los adolescentes mayores presentan más chances de estar largo tiempo del día sentados con mayor somnolencia diurna que los más jóvenes. Los adolescentes con mayor somnolencia diurna mostraron mayor tiempo dedicado al comportamiento sedentario. Por lo tanto, las medidas de educación para un estilo de vida saludable durante la adolescencia también deben tener en cuenta aspectos generales sobre el sueño y la somnolencia diurna. Trastornos del sueño en el adulto mayor Una de las preocupaciones frecuentes de los adultos mayores es la dificultad para dormir toda la noche. Puede acompañarse de la sensación de tener mucha energía durante la noche y somnolencia diurna. Los trastornos de sueño son muy comunes como consecuencia de diferentes enfermedades, hábitos de sueño inadecuados, situaciones afectivas, sociales y familiares, enfermedades primarias del sueño o como consecuencia de cambios en la estructura natural del sueño derivados del envejecimiento. En ellos se incrementa el período de latencia de sueño y los despertares son frecuentes. La prevalencia de insomnio en adultos mayores se encuentra entre 13 a 47% según la investigación “Prevalencia de trastornos del sueño en relación a factores sociodemográficos y depresión en en adultos mayores”, realizada por Arnoldo Téllez y publicada en 2016 en la Revista Colombiana de Psicología. En el adulto mayor los mecanismos de hiperalerta nocturna, relacionados con trastornos del estado de ánimo, problemas con higiene del sueño y condicionamiento a la hipervigilancia, son semejantes a las del adulto joven. Sin embargo, no siempre se estima su importancia. Debido al insomnio, los adultos mayores figuran entre los principales consumidores de medicamentos hipnóticos, puesto que los consumen diariamente y por largos períodos de tiempo. Resulta necesario atender otros factores relacionados con la higiene del sueño, como la alimentación y el ejercicio adecuados a la edad, aspectos ambientales, sociales y familiares que ayuden al bienestar y la tranquilidad. La depresión tiene relación con los trastornos de sueño. Según el estudio “Salud Mental en el adulto mayor: trastornos neurocognitivos mayores, afectivos y del sueño”, realizado por Tatiana Tello-Rodríguez y publicado en la Revista Peruana de Medicina Experimental y Salud Pública, al menos un 72% de las personas que cursan un episodio depresivo presentan alteraciones de sueño; las mujeres y las personas de edad avanzada muestran mayor incidencia. Otros síntomas que acompañan este cuadro son: tristeza, agitación, pérdida de interés, irritabilidad, dificultad para concentrarse, cansancio y fatiga. La depresión y los trastornos de sueño son condiciones que afectan la calidad de vida de adultos mayores ya que alteran su funcionamiento cotidiano, el relacionamiento social y el bienestar emocional. Los geriatras son los especialistas idóneos para la asistencia de las personas mayores, ya que estas presentan peculiaridades propias. Para la promoción de la salud es preciso mantener una actitud crítica sobre las diferentes ofertas para el uso del tiempo, pues es de suma importancia en las diferentes etapas de la vida el relacionamiento saludable con el entorno, de modo de evitar el aislamiento. El afrontamiento de los problemas a lo largo de la vida es razón de proecupaciones y desvelos. Todos sufrimos pérdidas, atravesamos duelos y sentimos temor. La contención de los seres queridos, familia, amigos, compañeros de trabajo es un gran soporte para sentirnos aliviados. La angustia que estos hechos nos generan puede ser normal o llegar a situaciones patológicas. Cuando los síntomas se mantienen, o su intensidad es insostenible, debemos buscar necesariamente apoyo profesional.