EL REFLUJO, UNO DE LOS TRANSTORNOS DIGESTIVOS MÁS FRECUENTES

La Enfermedad por Reflujo Gastroesofágico (ERGE), más popularmente conocida como reflujo, es uno de los trastornos digestivos más frecuentes y ocupa gran parte de la consulta del gastroenterólogo. Según la Organización Mundial de Gastroenterología (OMG) su incidencia es alta en Norte América y el norte de Europa, media en América del Sur y Asia y baja en el sur de Europa. No hay datos de África. La ERGE se caracteriza por los síntomas y/o las lesiones causadas por la llegada al esófago del contenido gástrico que fluye en sentido contrario. Según la última Guía de la OMG del 2015 la ERGE “son aquellos síntomas que son suficientes para alterar la calidad de vida del individuo, provocar daño en el esófago o complicaciones que resultan del flujo retrógrado del contenido gástrico hacia esfógago, orofaringe y/o tracto respiratorio”. Algunos individuos presentan síntomas sugestivos de reflujo en forma esporádica, en este caso no cumple con los criterios de ERGE al no manifestar síntomas ad continuum. Los mecanismos por los cuales se produce el reflujo pueden ser varios. Para comprenderlos, se debe conocer cómo funciona normalmente el tubo digestivo en su primera porción: boca, esófago, estómago. En primer lugar, la saliva cumple una doble función: de arrastre y de neutralización. La disminución de la salivación o de los movimientos de deglución es una de las causas de reflujo. La menor producción de saliva, o hiposalivación, se da durante el sueño y causa episodios de reflujo durante la noche. Esa reducción en la producción y secreción de saliva también se da por efecto de algunos fármacos y ocurre en los fumadores como una prolongación en el tiempo de limpieza del esófago. Por otro lado, cuando llega ácido al esófago aumenta la producción de saliva, un mecanismo que no interviene en el mecanismo de la ERGE pero puede explicar uno de sus síntomas: la sialorrea o hipersalivación. El esfínter esofágico inferior es una zona de alta presión de unos 2 a 4 cm de longitud en la porción más baja del esófago. Esta región, junto con el diafragma que lo rodea, constituye el mecanismo antirreflujo más importante y efectivo. En reposo, esta zona se encuentra en tensión, cuando se deglute, rápidamente se relaja hasta que la onda peristáltica que se trasmite a lo largo de todo el órgano alcanza el final del esófago. Los mecanismos que regulan el normal funcionamiento de este esfínter son varios, existiendo factores extrínsecos que pueden aumentar o disminuir su presión. Si la presión disminuye, se favorece la aparición de episodios de reflujo. El reflujo se subclasifica en distintas categorías desde el reflujo sin lesiones de la mucosa esofágica asociadas a distintos grados de esofagitis (inflamación, erosión de la mucosa esofágica). Cómo saber si se tiene reflujo Se consideran signos sugestivos de este trastorno la sensación de quemazón desde la “boca del estómago” hacia la base del cuello, la regurgitación, el dolor y/o la dificultad al deglutir, la tos seca, sobre todo nocturna, la dificultad para respirar durante la noche, la disfonía o afonía en particular la matinal y la halitosis (mal aliento). El líquido ácido puede provocar lesiones en sectores no adaptados a recibir pH tan bajos. Estas lesiones van desde esofagitis (inflamación del esófago) a úlceras, estrecheces o transformaciones de las características del epitelio. También pueden producirse lesiones a nivel de otros tejidos y órganos. La existencia de síntomas no implica lesiones y viceversa. Muchas veces, la enfermedad se ve modificada por la automedicación de muchos pacientes. Es común que una persona llegue al consultorio con una larga historia de sufrimiento digestivo alto, que ha ido tratando de aliviar con distintas opciones desde soluciones caseras, como infusiones, hasta antiácidos o incluso inhibidores o bloqueadores de la secreción de ácido. Los síntomas que el paciente manifieste son una guía para que el médico aproxime un diagnóstico, que deberá confirmarse con estudios posteriores. Estos estudios van desde una radiografía del tránsito esófago-gastro-duodenal, que requiere la toma de un líquido de contraste, hasta una manometría o estudio de las presiones del esófago. También puede realizarse una pHmetría, esto es, el análisis de la acidez del esófago. Otro estudio, la esofagogastroscopía, puede indirectamente inferir la existencia de reflujo o incluso visualizarlo, además de observar directamente las posibles lesiones que el reflujo hubiera provocado. Qué hacer para sentirse mejor Algunas medidas favorecen el bienestar del paciente, como elevar la cabecera de la cama, no acostarse enseguida de comer, ni usar ropa ajustada. Además, conviene evitar el tabaco, el mate, el café, las bebidas calientes y las efervescentes, el chocolate, la menta, el ajo y la cebolla. Por otra parte, si se está tomando medicación por algún otro problema, se debe analizar con el médico si ésta puede interferir o ser irritante o aumentar el reflujo. El control del peso es un aspecto por demás importante. La mayoría de los estudios sugieren que la obesidad es un factor que predispone al desarrollo de la ERGE; aunque no se pudo relacionar el grado de obesidad con la gravedad de la ERGE. La menor presión del esfínter esofágico inferior, los trastornos de la motilidad esofágica y la presencia de hernia hiatal (un segmento del estómago que asciende hacia el tórax a través del diafragma) son los mecanismos que inducen al reflujo en individuos obesos. Además de estas medidas existen medicamentos para tratar el reflujo. Por un lado, buscan disminuir la secreción de ácido por el estómago y así reducir la capacidad de producir daño en el esófago. Por otro lado, buscan aumentar los movimientos normales de esófago y estómago para mejorar la limpieza del esófago. En caso de que con medidas higiénico dietéticas y/o medicamentos los síntomas persistan y las complicaciones sean importantes, ciertos pacientes pueden requerir tratamiento quirúrgico.